Vistas de página en total

miércoles, 7 de diciembre de 2011

En esta Navidad seguimos esperando tu segunda llegada

Estamos cada vez más cerca a la Fiesta de Navidad. Se acerca la gran celebración por tu primera venida a la tierra y queremos tener todo listo. La primera vez que viniste, el anuncio lo dió un angel a María, preparaste en Juan a un profeta espiritual y el día de tu nacimiento una gran estrella dio el aviso al mundo. Pocos comprendieron que de tí se trataba. En tus primera venida se mezclaron actos materiales y actos espirituales de gran trascendencia. Tus padres, María y José, dos simples humanos, por obligaciones civiles que cumplir viajaron a Belén. Tu Madre en estado de gestación muy avanzado y la rudeza del viaje aceleró el trabajo de parto pues en el camino sucedieron los dolores. María, era una mujer fuerte, se sostuvo firme a lado de su esposo José hasta la llegada del parto; José, este gran hombre, buscó incansable un refugio para que tu pudieras venir al mundo. La sencillez de los actos que sobrevienen configuran la majestad de tu nombre. Sólo necesitabas para nacer un humilde pesebre. No dudo que las habilidades del más famoso de los carpinteros logró que se improvisara tu camita. El calor del cuerpo de los animales sería tu gran incubadora. Los dolores de parto de María y tu llanto al nacer quedarían dismulados plenamente en ese ambiente. Salvo la estrella de Belén, la venida del Rey del mundo no costó mucha preocupación. La creación de tu padre es tan perfecta que toda la naturaleza podía seguir su curso. Los pechos de María, en ese momento se inundaron de amor y gozo infinito que te alimentaron esa noche y los siguientes días en Belén. Cuando tus ojos se abrieron viste su rostro inmaculado, cuando tocaste su mano obtuviste el apoyo firme para tu misión en la tierra. La escucha de su voz y la de José te hicieron entender que tu padre te envió para gloria de su Gloria eterna y nuestra paz. El carpintero en la infancia te enseñó a hacer las mesas en las que luego, en tu adultez ofrecerías tu propio sacrificio. Sin duda, eras el rey del mundo. Esa noche en Belén la gran misión encargada por tu padre daba su inicio. El amor de los amores se materializaba y se entregaba al mundo.
Hoy nosotros queremos también preparar tu segunda venida y tenemos que preparar la fiesta, el banquete y los regalos. La celebración sólo admite actos de preparación espiritual. Lo material no alcanza la medida, no tiene caracteristicas de eternidad. Y aunque el costo del cambio espiritual es alto, sólo basta que una pequeña semilla germine en nuestro interior para participar de la fiesta. Oh buen Jesús, te pido por favor que me hagas participar de tu fiesta haz que germine en mi corazón esa semilla espiritual, deseo enterrar las cosas viejas y sin sentido, lo material, lo fatuo. Alimenta mi alma y espiritu pues necesito un ropaje nuevo para gozar eternamente de tu presencia.
¡Que Dios nos bendiga esta navidad!